20 domingo
Blanco
DOMINGO DE PASCUA,
SOLEMNIDAD DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
MR p. 339 [345] / Lecc. I p. 323. LH Todo propio.
ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 24, 34; Cfr. Apoc 1, 6
El Señor ha resucitado verdaderamente, aleluya. A él la gloria y el poder por toda
la eternidad, aleluya, aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que por medio de tu Unigénito, vencedor de la muerte, nos has abierto
hoy las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos la solemnidad de la
resurrección del Señor, resucitar también en la luz de la vida eterna, por la acción
renovadora de tu Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
[Hemos comido y bebido con Cristo resucitado.]
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido
en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por
Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo
éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque
Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron
colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a
todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido:
a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre
los muertos.
Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido
juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos
creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados”. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL del salmo 117
R. Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”. R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No
moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. R.
La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es
obra de la mano del Señor, es un milagro patente. R.
SEGUNDA LECTURA
[Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo.]
De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses 3, 1-4
Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de
arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en
los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida
con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también
ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él. Palabra de Dios.
O bien:
[Tiren la antigua levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.]
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 5, 6b-8
Hermanos: ¿No saben ustedes que un poco de levadura hace fermentar toda la
masa? Tiren la antigua levadura, para que sean ustedes una masa nueva, ya que son
pan sin levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.
Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de
vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad. Palabra
de Dios.
SECUENCIA: [Sólo el día de hoy es obligatoria; durante la octava es opcional]
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta.
“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?”
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua”.
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. 1Cor 5, 7-8
R. Aleluya, aleluya.
Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua.
R. Aleluya.
EVANGELIO***
[Él debía resucitar de entre los muertos.]
Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena
al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la
casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les
dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo
juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro,
e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro.
Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la
cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro,
y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las
cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
O bien:
[¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?]
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12
El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al
sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra
ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor
Jesús.
Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con
vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a
tierra, los varones les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
No está aquí; ha resucitado. Recuerden que cuando estaba todavía en Galilea les
dijo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores
y sea crucificado y al tercer día resucite’ ”. Y ellas recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los
Once y a todos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María
Magdalena, Juana, María (la madre de Santiago) y las demás que estaban con ellas.
Pero todas estas palabras les parecían desvaríos y no las creían.
Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos y se
regresó a su casa, asombrado por lo sucedido. Palabra del Señor.
O bien, en las misas vespertinas del domingo:
[Quédate con nosotros, porque ya es tarde.]
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo
llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban
todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con
ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él
les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?”
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no
sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?”
Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en
obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y
nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado
ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de
nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no
encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles,
que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro
y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”.
Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón
para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el
Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés
y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que
se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero
ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto
va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó
un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los
ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro:
“¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos
explicaba las Escrituras!”
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha
resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo
que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Se dice Credo.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
Llenos de gozo por la santa y gloriosa Resurrección del Señor,
supliquémosle con insistencia diciendo: Rey vencedor, escúchanos.
R/. Rey vencedor, escúchanos.
1. A Cristo, que ha sido constituido Cabeza de la Iglesia, pidámosle
que conceda gozo y felicidad a todos los fieles que celebran su triunfo.
Roguemos al Señor.
2. A Cristo, que ha otorgado el perdón y la paz a los pecadores,
supliquémosle que quienes han regresado al camino del bien,
perseveren en sus buenos propósitos. Roguemos al Señor.
3. A Cristo, que ha inaugurado la resurrección universal, pidámosle
que alegre el corazón de los hombres que aún desconocen los frutos
de su victoria. Roguemos al Señor.
4. A Cristo, que ha colmado de alegría a los pueblos y los ha
enriquecido con sus dones, pidámosle que renueve la esperanza de
los que sufren y lloran. Roguemos al Señor.
5. A Cristo, que, con su gloriosa resurrección, ha alegrado al mundo
entero, pidámosle que nos conceda la esperanza firme de compartir
su triunfo y de resucitar con Él a una vida nueva. Roguemos al Señor.
Señor Jesucristo, que en el cielo eres glorificado por los ángeles y
los santos y en la tierra eres enaltecido y adorado por tu Iglesia, te
pedimos que extiendas tu diestra misericordiosa sobre este pueblo
que tiene puesta en ti toda su confianza. Tú, que vives y reinas,
inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Llenos de júbilo por el gozo pascual te ofrecemos, Señor, este sacrificio, mediante
el cual admirablemente renace y se nutre tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO I de Pascua: El Misterio Pascual (en este día), p. 499 [500]. En las
Plegarias eucarísticas se utilizan los textos propios.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN 1Cor 5, 7-8
Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado. Aleluya. Celebremos, pues,
la Pascua, con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios de bondad, protege paternalmente con amor incansable a tu Iglesia, para que,
renovada por los misterios pascuales, pueda llegar a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
BENDICIÓN SOLEMNE p. 338 [343].
Para despedir al pueblo, el diácono o, en su ausencia, el mismo sacerdote canta
o dice: Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Vayan en paz, aleluya,
aleluya. O bien: Pueden ir en paz, aleluya, aleluya. Todos responden: Demos gracias
a Dios, aleluya, aleluya. Esta fórmula de despedida se utiliza durante toda la octava
de Pascua.
DURANTE LA OCTAVA DE PASCUA:
• Se dice Gloria. • Después del Salmo Responsorial: Secuencia [opcional],
Lecc. I p. 208. • Prefacio I de Pascua (en este día), p. 499 [500]. • Si se usa el
Canon Romano, se dice Reunidos en comunión, p. 557 [559], y Acepta, Señor,
p. 559 [561]. • En las otras Plegarias eucarísticas también se dicen las partes
propias para esta Misa. • La despedida se hace como en el día de Pascua, p. 340
[346].